reportaje

172 años de trayectoria del Instituto Cardenal López de Mendoza

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El instituto a comienzos del siglo XX.

A propósito de los primeros 50 años del Instituto Conde Diego Porcelos hacemos una reflexión sobre la enseñanza que antes se denominó "enseñanza media" y ahora "secundaria". Este instituto celebra con varios actos este acontecimiento y, desde aquí, felicitamos a sus autores y alabamos su iniciativa.

Ignacio Ruiz Vélez
14/04/2017 - 10:30h.

Unos cuantos lustros antes, en 1995, el Instituto Cardenal Mendoza, como primer instituto de Burgos, celebró sus 150 años con una magna exposición a base de documentos y materiales científico-didácticos que iniciaron su uso y función en aquel lejano año de 1845.

Es de conocimiento público que las enseñanzas medias (ese segmento educativo entre las primeras letras y la Universidad) tuvieron su génesis en nuestro país a mediados del siglo XIX. Tras una etapa inicial de formalización o puesta en marcha que se consolida con la Ley de Instrucción Pública (1857) del ministro Moyano, le sigue la Restauración hasta la II República que fue una fase de languidez con algunas iniciativas encomiables que van a ser el fundamento de una generación de intelectuales protagonistas de la Edad del Plata de la cultura española. Con la II República se genera una efervescencia intelectual y educativa que lleva a España a la altura de Europa; en cambio, la Dictadura de Franco abre un anodino paréntesis que significa la vuelta a los más recalcitrantes y pretéritos principios de una tradición rancia y anacrónica. Con la llegada de la democracia, el tema de la enseñanza, en vez de afrontarse con objetividad, se enquista porque no se sabe llegar a una solución global por la falta del más elemental principio de consenso.

El instituto a comienzos del siglo XX.
El instituto a comienzos del siglo XX.

Los institutos españoles, como centros de enseñanzas medias, nacen en 1845 aunque ya se había planteado su existencia en la Constitución de Cádiz y en el Trienio Liberal (1820-23) con la creación de las llamadas "universidades de segunda enseñanza". En Burgos funcionó una en el Colegio de San Nicolás pero sólo lo hizo algo más de un curso en dicho trienio. Por una real orden de 27 de octubre de 1845 se creaba el Instituto de Burgos que, por falta de organización y de medios, desarrolló su función en el Seminario Conciliar de San Jerónimo hasta 1849.

Los comienzos fueron difíciles pero gracias a la tenacidad del primer director oficial, Juan Antonio de la Corte, la connivencia del claustro de profesores y el apoyo incondicional del jefe político (denominado luego gobernador, ahora subdelegado) el instituto asentó su sede en el vetusto edificio del Colegio de San Nicolás que desde sus inicios en 1579 hasta hoy ha sido siempre, salvo cortas excepciones, centro de enseñanza.

Desde sus comienzos, el claustro de profesores del "Instituto de Burgos" estaba formado por personajes de gran relevancia intelectual como el propio director; Raimundo de Miguel, beliforano, catedrático de latín cuyos diccionario y gramática de latín fueron usado por muchas generaciones de alumnos; José Martínez Rives, un gran intelectual de la época, fundador de revistas de divulgación y autor de una tercera parte del Quijote a quien resucita en la cueva de Atapuerca; Eduardo Augusto de Bessón que aprueba las cátedras de las Universidades de Madrid y Barcelona pero prefiere venirse al instituto de Burgos; Carlos Mallaína, de física y química, el primer farmacéutico que publica una revista de esos temas en toda España; Hermenegildo Giner de los Ríos, secretario de la Institución Libre de Enseñanza y hermano de su fundador.

Muchos de ellos fueron miembro de la Comisión Provincial de Monumentos de Burgos, cuando no presidentes. Esto se entendía porque el instituto, en ausencia de universidad, era el centro intelectual civil más importante de Burgos. Por eso, siempre fue un referente cultural e intelectual en la ciudad e, incluso, el laboratorio de Física y Química ejercía de laboratorio municipal y provincial. Su observatorio meteorológico colaboraba con el nacional de Madrid conservando aquel toda la información que era enviada a Madrid.

El instituto a comienzos del siglo XX.
El instituto a comienzos del siglo XX.

En el siglo XX el instituto continuó con esa labor de referente provincial, no ya sólo a nivel educativo e intelectual pues muchos de sus profesores fueron alcaldes de la ciudad como Eloy García de Quevedo, Jesús María Ordoño, Ramón de la Cuesta; diputado y senador como Tomás Alonso de Armiño; presidente de la Diputación como Rodrigo de Sebastián; concejal como Teófilo López Mata; profesores de universidad como Vicente García de Diego, Ignacio Alcorta o Arturo Caballero; estos dos últimos incluso rectores de las universidades de La Laguna y Barcelona, respectivamente.

Desde el punto de vista docente y cultural, quizás, lo más destacado, fueron los Cursos de Verano para extranjeros fundados por el catedrático de Francés del instituto, Rodrigo de Sebastián, y el catedrático de literatura española de la Universidad de Toulouse, Ernest Mérimée. Se crearon en 1908 y durante 90 años tuvieron su sede en el instituto pero unas maniobras torticeras los llevaron a la Escuela de Idiomas. A consecuencia de ello muchos profesores del instituto fueron galardonados, unos, con las Palmas Académicas de la República Francesa y unos y otros fueron nombrados caballeros y oficiales de la Legión de Honor, máxima condecoración francesa.

En 1963, el viejo instituto se divide en dos secciones: la masculina en el viejo edificio y la femenina en el nuevo inaugurado ese año. La división por sexos venía ya de antes en el mismo edificio histórico donde unos iban por la mañana y otros por la tarde. Hoy nos parece ridículo pero estos hechos son testimonio de una época. En 1967 la separación es definitiva: las chicas se quedan en el viejo edificio y los chicos se van al nuevo, bautizado a la sazón Instituto Masculino Conde Diego Porcelos.

La juventud actual (la que va a los institutos, y colegios), de la que se dicen tantas cosas, no se diferencia mucho de la de otras épocas bien lejanas. Para ello recurro a la archiconocida y famosa frase de Sócrates (siglo V a.C.) que cuando ya era mayor, ¡claro!, manifestaba: "La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada; desprecia la autoridad; no respeta a los mayores y chismorrea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran en el cuarto. Contradicen a sus padres...". Es decir, no era muy distinta de la actual a nivel general ni de la de mi generación. Las opiniones cuando se dan no son las mismas cuando se tienen 30 años que cuando se tienen 60, 70 o más. Y de mi experiencia como docente durante 37 cursos en tres institutos, puedo decir que guardo muy buenos recuerdos de mis alumnos. Testimonio de ello es que nos saludamos cuando nos cruzamos en el camino de la vida y hablamos de sus resultados como estudiantes y como profesionales. Aparte de las opiniones generales que se puedan tener sobre la juventud, lo que sí deben tener en cuenta aquellos que toman decisiones en política educativa es que ese segmento de edad es vital en la vida de una persona.

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