No es noticia que desde hace ya bastante tiempo las cosas no marchan bien en el PP de la Ribera burgalesa, especialmente en Aranda de Duero. Lo último, de momento, es el lio que tienen en el municipio con más población y donde tras las últimas elecciones con los resultados obtenido estuvieron a punto de perder hasta "la vergüenza"
Tras el fracaso, como suele pasar en esta formación política, se premió a la perdedora, Raquel González, con una "canonjía" en el Senado.
Los problemas internos desde entonces no sólo no han cesado, sino que estos se han incrementado exponencialmente hasta el punto de que se ha marchado, aún sin destino, Virginia Martínez, la que llevaron en las listas como "gancho electoral municipal" por ser la presidenta de la Arandina C.F. (por cierto, el pifostio que aquí tienen también es para preocupar).
Pero centrándonos en los cuatro "mandamás" ribereños (Raquel González, senadora; Cristina Valderas, portavoz en el ayuntamiento; Javier Arroyo, alcalde de Moradillo de Roa; y Alberto Rasero, alcalde de Villalba de Duero) que se han autoproclamado los salvavidas del partido, dejando de lado al resto de compañeros/as, incluidos/as los demás concejales.
Desde la calle Calzadas de la capital burgalesa, dicen que todo está ya bajo control. Desde María de Molina de la capital pucelana, todo lo contrario, incluso que puede hasta empeorar.
Lo que nadie duda es que antes para el PP de la Ribera el malo de la película era Ángel Ibáñez. Ahora los hechos parecen confirmar que los malos son otros y otras, y muy pocos se salvarían de la pira.
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