Adéntrate en el Desfiladero de la Yecla: Imagínate caminando por un sendero estrecho, donde las paredes de roca se alzan a tu alrededor como gigantes esculpidos por la mano paciente del tiempo.
Hay lugares que no solo se visitan, sino que se viven, que se sienten... El Desfiladero de la Yecla, esculpido pacientemente por el río Mataviejas y situado tan cerca de Silos, es uno de esos rincones que, con su imponente belleza y carácter salvaje, invita al viajero a un viaje no solo físico, sino también interior.
Imagínate caminando por un sendero estrecho, donde las paredes de roca se alzan a tu alrededor como gigantes esculpidos por la mano paciente del tiempo. Es un tiempo que no sabríamos ni contar ni cifrar, un tiempo que nos recuerda la larga historia de la Tierra, y a la vez, nuestra propia historia.
Cada paso que das te sumerge más en un pasaje que, aunque esculpido por las caricias del agua al deslizarse roca abajo, parece haber sido diseñado por la naturaleza misma para invitar a la reflexión, desconectando del mundo exterior y conectando con tu yo interior.
Al avanzar, sientes cómo la roca, suavemente tallada, te envuelve. La luz del sol pelea por adentrarse en cada rincón, pero cada choque con la piedra resalta los distintos tonos verdes y grises, creando un juego de luces y sombras que parece un reflejo de nuestras propias emociones. Es imposible no preguntarse qué otras maravillas aguardan más adelante, qué descubrimientos personales haremos al final del camino.
El desfiladero es una alegoría perfecta de la vida. Nos enseña que, a veces, es necesario atravesar lo desconocido, enfrentar la estrechez y la oscuridad, para descubrir la claridad y la amplitud que nos espera al final. Cada paso en la Yecla es una invitación a conocer no solo un paisaje impresionante, sino a conocernos mejor a nosotros mismos.
Al llegar al final, te das cuenta de que este viaje no es solo sobre el desfiladero, sino sobre la transformación que ocurre dentro de ti mientras lo recorres. Es un recordatorio de que, aunque el camino puede ser sinuoso y estrecho, siempre vale la pena recorrerlo. Porque caminar por la Yecla siempre, siempre, tendrá algo bueno que ofrecer: la promesa de un final que, aunque incierto, siempre será revelador.
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