Gracias a una colaboración con el Programa de Acercamiento Intergeneracional, el alumnado de la asignatura "Literatura española y cine" del Grado en Español, impartida por la profesora Cristina Pérez Múgica, pudo conocer de primera mano cómo era la experiencia cinematográfica décadas atrás, de la mano de tres invitados que compartieron sus recuerdos y vivencias.
Antonio Infante, de 87 años, encargado de las proyecciones en el cine de su pueblo, Pradoluengo, durante casi una década, relató entusiasmado a los estudiantes cómo, en los años 50 y 60, las películas llegaban en autobús desde Bilbao en 6 u 8 rollos de celuloide. "Había que tener especial cuidado en rebobinar los rollos, ya que a veces venían con el orden alterado y podía suceder como en la película La ciudad sin nombre, que comenzó por el final", recordó. Además, compartió anécdotas más pintorescas, como la costumbre de los espectadores del gallinero de comer cacahuetes y arrojar las cáscaras al patio de butacas. Para Antonio, el cine era una ventana al mundo: "Te permitía conocer lugares a los que nunca habías ido, ver paisajes fascinantes y vivir distintas aventuras".
Por su parte, Basi Román, de 74 años, explicó que, en su juventud, el cine era uno de los pocos entretenimientos disponibles para las mujeres, "además de pasear por el Espolón". Enumeró las doce salas de cine que había en Burgos "todas se llenaban, y eso que eran mucho más grades que ahora" y como antes de cada película, se proyectaba el NO-DO, el noticiero propagandístico del régimen franquista. Entre sus favoritas, mencionó las películas de Lina Morgan.
José María Ruiz, de 76 años, descubrió el cine con más edad que sus compañeros. Creció en Congosto, un pequeño pueblo sin sala de cine y "estudié durante mi juventud con los curas", explicó. Con los años descubrió su pasión por el séptimo arte y destacó El temible burlón, protagonizada por Burt Lancaster, como una de sus películas favoritas. También relató cómo grababa momentos familiares en una antigua videocámara sin sonido, "se ve que las personas están hablando, pero no se escucha nada" y reflexionó sobre la diferencia con el momento presente, en el que, con un simple teléfono, se pueden hacer vídeos de todo tipo de vídeos.
Lo que quedó claro es que el cine no era mucho más que ocio, era un acontecimiento social. "Te arreglabas e ibas con tus amigos o amigas y después con tu pareja", aseveró Basi, resumiendo el parecer de sus compañeros.
Los estudiantes participaron activamente en la charla preguntando, no solo por los gustos cinematográficos de las personas invitadas, sino por temas como la censura, las diferencias entre el cine de antes y el actual, o si era cierto que en el cine mudo los proyectistas añadían sonidos y comentarios en directo.