Se dice que un político tiene "baraka" cuando por hache o por be la fortuna se alía con él en los momentos mas críticos. Un caso claro por estos lares es el de Alfonso Fernández Mañueco, quien, tras ser el primer candidato del PP que perdía unas elecciones autonómicas en Castilla y León, consiguió en 2019 encaramarse a la presidencia de la Junta gracias al despecho político de Albert Rivera, que, contraviniendo los principios de su partido, le aupó al trono autonómico en detrimento del socialista Luis Tudanca, el candidato mas votado en esos comicios.
A sensu contrario, ejemplo de infortunio político puede ser el propio Tudanca, quien tras ese golpe bajo asestado por el niñato malcriado que dilapidó en un santiamén el gran capital político que llegó a atesorar Ciudadanos, no ha conseguido levantar cabeza y, lo que es peor aún, últimamente actúa como pollo decapitado. Su último, y puede que definitivo, contratiempo ha sido el "caso Cepa", el sórdido episodio de presunto abuso de un menor protagonizado por el procurador socialista que venía ocupándose de los asuntos de Agricultura.
El escándalo se ha producido seis meses después de que estallara el protagonizado por el también procurador -para mayor inri secretario del grupo parlamentario socialista- Ángel Hernández, quien igualmente tuvo que dimitir después de verse implicado de hoz y coz en un caso de violencia de género contra su pareja. Con un agravante: mientras el "caso Hernández" se destapó públicamente de manera súbita, se sospecha que Tudanca conoció el "desliz" de Juan Luis Cepa semanas antes de que trascendiera públicamente sin adoptar en ese tiempo ninguna decisión.
Puede argumentarse que el secretario autonómico del PSOE no es responsable de los abyectos comportamientos personales de los procuradores socialistas y que tanto Hernández como Cepa han dimitido fulminantemente de todos sus cargos públicos y orgánicos. Solo faltaría, apostillo yo. Pero luego están lo que en tenis se denominan "errores no forzados". Y hay cabe contabilizar unos cuantos. El más "ostentóreo", que diría Gíl y Gíl, fue el de aprovechar la remodelación a la que obligó la dimisión de Hernández para cesar como miembro de la dirección del grupo parlamentario a la procuradora leonesa Nuria Rubio sin ninguna justificación objetiva más allá de la propinar en el trasero de la defenestrada un patada al secretario provincial de los socialistas leoneses, Javier Alfonso Cendón, con el que andaba a la greña. El resultado de ese ajuste de cuentas es que estalló públicamente la gresca interna entre el secretario autonómico y la dirección del PSOE leonés.
De otra parte, el todavía secretario autonómico del PSOE nunca ha sido muy escrupuloso sobre la composición de las listas electorales a las Cortes de Castilla y León. Particularmente, me llamó la atención que en las últimas elecciones autonómicas volviera a formar parte de la candidatura por Zamora Inmaculada García Rioja, quien en la anterior legislatura tuvo que dimitir de forma fulminante tras dar positivo en un control de alcoholemia. En materia de conducción bajo lo efectos del alcohol, Tudanca ya se había retratado cuando en su día exigió la dimisión de todos sus cargos a la entonces vicepresidenta de la Junta, Rosa Valdeón, una exigencia irreprochable si no fuera porque él mismo había sido cazado años antes superando la tasa de alcoholemia al salir de un parking de la capital burgalesa.
En fin, pienso que el "caso Cepa" ha supuesto la puntilla política de Luis Tudanca, al que cabe dar por absolutamente amortizado como secretario autonómico del PSOE y eventual candidato -sería la cuarta vez- a la presidencia de la Junta. Algo que ya tenía muy difícil tras su frontal enfrentamiento con los máximos responsables del partido en León, el mencionado Cendón, y Valladolid, Óscar Puente, quien ya cuestionó su labor de oposición al primer gobierno presidido por Mañueco.
Así pues, la sucesión de Tudanca está abierta y en ese proceso me ratifico en que ha de descartarse la opción del alcalde de Soria, Carlos Martínez Minguez, al que la imagen de su patochada a bordo de un "papamóvil" en las fiestas de Tardelcuende le perseguirá mientras viva. A priori no se vislumbra ningún candidato o candidata emergentes. Y no creo que acepte ese cáliz la ministra de Igualdad, Ana Redondo, en su día portavoz del grupo parlamentario socialista.
De no surgir otra alternativa apoyada por el trío al que Pedro Sánchez consultará sobre el asunto -a saber, el expresidente Zapatero, el ministro Puente y el jefe de su Gabinete, Óscar López- no descartaría yo a la exdelegada del Gobierno y actual directora general de Protección Civil, Virginia Barcones, quien, ojo al dato, después de incorporarse al equipo del Ministerio del Interior no ha renunciado a su cargo de vicesecretaria autonómica del PSOE. Barcones sigue siendo uno de los escasos activos que les quedan a los socialistas de Castilla y León y aceptó con resignación, que remedio, su intempestivo relevo en la Delegación del Gobierno.
Cinco preguntas al lobo: