Lo de Felipe González no sorprende a estas alturas a nadie. El que fuera presidente del Gobierno entre1982 y 1996 es hoy un multimillonario que ha amasado su fortuna traficando con las influencias derivadas de su dilatada estancia en el Poder.
Hace unos meses, a propósito de una entrevista-masaje que le practicó Pablo Motos en Antena tres (¿dónde iba a ser si no?), expresé aquí mi opinión sobre FG, un político cuyos logros en el avance del Estado de Bienestar se vieron más que empañados por un rosario de casos de corrupción que no se lo comía ni Magú, al que había que añadir la puesta en marcha de una organización, los GAL, que dieron con los huesos en la cárcel del ministro del Interior, José Barrionuevo, que se comió el marrón de una condena por terrorismo de Estado de la que obviamente no era el último responsable. Siendo generoso, FG me parece un personaje deleznable; sin esa indulgencia, diría que es un tipo abyecto.
Sorprende más la deriva reaccionaria de Alfonso Guerra, quien, pecados fraternales al margen -lo del manguta de Koldo recuerda a los cafelitos de Juan Guerra en la Delegación del gobierno en Sevilla-, había tenido una trayectoria política más acorde con los principios que le llevaron a dejar las tablas para dedicarse a la política. Viene todo lo anterior a cuento de la comparecencia informativa conjunta que el antiguo tándem del PSOE ha protagonizado en el programa de Susana Griso en Antena tres (¿dónde iba a ser si no?).
González y Guerra, que han vivido durante décadas completamente de espaldas, coinciden ahora en su posición contra Pedro Sánchez, a quien no han perdonado que en su momento ganara las primarias internas a Susana Díaz, la candidata apoyada por toda la vieja guardia del PSOE. Al tiempo, ambos, sobre todo FG, muestra especial inquina hacia Zapatero, quien, como es sabido, apoya sin reservas a Sánchez.
El caso es que cuando Griso se le ocurrió preguntar a Felipe y a Alfonso por las confidencias del "emérito" a Bárbara Rey, muy a modo del conocido cigarrito de después del polvo, ambos se pusieron muy dignos diciendo que ellos no se prestaban a abundar en la "chismografía". ¿Considera FG "chismografía" la utilización de fondos públicos para satisfacer el chantaje de una despechada amante del Jefe de Estado? Si se tiene en cuenta que esa malversación de fondos se produjo mientras él presidía el Gobierno de la Nación, se comprende que González ni quiera oír hablar del asunto.
El antiguo tándem socialista pedalea al unísono contra Sánchez, sin poner nunca el foco en la deriva ultra de Núñez Feijóo y en la amenaza que supondría un gobierno participado o condicionado por un partido como Vox, algo de lo que hemos tenido y tenemos muestra en Castilla y León. El felipismo, incluida su variante guerrista, ha envejecido peor que un vino conservado con un mal corcho. Algunos de sus conspicuos miembros han abandonado motu proprio el PSOE, lo que en casos como el exministro Corcuera, el de la ley de la patada en la puerta y el reparto de joyas con cargo a los fondos reservados, ha sido muy de agradecer entre la actual militancia socialista. A otros Ferraz les ha dado la patada, expulsados por su manifiesta deslealtad con el partido, caso de Joaquín Leguina, al que Díaz Ayuso le ha pagado los servicios prestados con un sueldo anual de mas de 100.000 euros, o de Nicolás Redondo Terreros, cuya sintonía con el PP escandalizaría a su señor padre, convocante en su día, con el compañero Marcelino, de una huelga general contra la política laboral del gobierno de FG.
Precursor de la derechización felipista fue Paco Vázquez (el del PSOE, no Paco-Paquito-Paquete, el supuesto número dos del PP de Castilla y León), colmado de dicha cuando Zapatero le nombró embajador de España ante la Santa Sede. No era diplomático de carrera, pero como meapilas no tenía precio. Igual que no lo ha tenido nunca como demagogo Juan Carlos Rodríguez Ibarra, el expresidente extremeño, antiguo prototipo guerrista hoy más de derechas que el grifo del agua fría. La nómina de socialistas que han ido girando a estribor es amplia y en Castilla y León tiene como peor ejemplo al burgalés Juan José Laborda, quien, después de haberse tirado 27 años en el Senado, siete de ellos como presidente, ha expresado sus dudas sobre si seguirá votando al PSOE. Nada que ver con Demetrio Madrid, quien en ningún momento ha perdido el norte.
Esta deriva derechista se ha producido paralelamente entre la grey periodística que hacía el coro a FG durante la transición y el felipato. El máximo exponente es sin duda Juan Luis Cebrián, el cofundador y exdirector de "El País", cesado como colaborador del periódico por flagrante deslealtad con la cabecera que le hizo millonario. Bajo el título "El efecto Sánchez, "Janli", como le llaman sus amigos, acaba de publicar un libro recopilatorio de artículos loado en su presentación por la diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo, la ultraliberal alineada, como Ayuso, con el ultraderechista Milei.
Hay que frotarse los ojos con las cosas que escribe ahora "Chani" Pérez Henares, otrora militante del PCE y hoy una de las firmas más relevantes de Promecal, el grupo multimedia fundado por el antiguo magnate (no la mangues, corrector, añadiendo otra ene y alterando el orden de las letras) de la construcción, "Michel" Méndez Pozo, el empresario burgalés amigo de Áznar condenado en el "caso de la construcción". Otro tanto puede afirmarse de Antonio Casado, Fermín Bocos y otros cuantos entre los que no incluyo a Pilar Cernuda, aquella que llegó a decir que los diputados de Podemos olían mal, que ya era pija desde jovencita.
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