Perderse entre paredes de roca y ríos siempre resulta atractivo, pero si además lo haces en Pancorbo, el plan incluye atravesar su espectacular garganta, durante siglos, el único paso franqueable de los Montes Obarenes por el que poder llegar a la Península desde el Viejo Continente. La Puerta de Castilla la llamaban.
Porque hubo un tiempo en que controlar esta tierra, entre la Bureba y Miranda de Ebro, significaba tener poder. Los descendientes de celtas se resistían a ser sometidos, pero resultaba difícil eludir los planes del Imperio Romano, que terminó levantando aquí fortalezas y calzadas para defender este lugar. Luego vendrían los visigodos y, un poco más tarde, acortaban distancia los árabes, que terminaron por hacerse con el Valle del Ebro y las Merindades. Castilla La Vieja estaba en el mapa de todos y ganaba terreno acercando sus fronteras al Duero. Corría finales del siglo IX y Pancorbo era la Puerta de Castilla; la puerta de entrada a la Tierra Prometida.
Hoy esta villa a 67 kilómetros de Burgos, situada dentro del territorio del Plan de Sostenibilidad Turística en Destino Garoña, es la puerta de entrada a paisajes abrumadores e historia viva de España, de la que no quedan más que 430 testigos indirectos (según el INE). Caminar por Pancorbo y sus alrededores es imaginar tropas a caballo entre desfiladeros de infarto y reconocer el pasado ilustre entre casas blasonadas y castillos. Aquí tienes 3 rutas por paisajes impresionantes en las que descubrir que te gusta la historia mucho más de lo que pensabas.
Sendero de Pancorbo: pórticos, arte sacro y fortalezas en un imponente desfiladero
La fuerza del río Oroncillo y su constancia lograron partir en dos los Montes Obarenes, dando lugar a uno de los paisajes más impresionantes de la provincia de Burgos: el desfiladero de Pancorbo. El sendero que lo circunda (14.7 kilómetros y dificultad baja) es una de las mejores maneras de admirar su belleza, bajo la atenta mirada de halcones, águilas reales y buitres leonados. Las pistas atraviesan lugares abiertos y tramos que se adentran en bosques de hayas y robles.
La ruta completa su valor con el encanto de la arquitectura popular del municipio, en el que apenas viven ya 430 vecinos con los que compartir anécdotas de un pasado mejor. Su Calle Mayor, sobre la que aún se pueden ver tramos porticados y los blasones en las fachadas, conduce hasta el puente sobre el río Oroncillo, en el que se levanta la iglesia de San Nicolás (1714) de estilo tardo-barroco y en la que destaca su retablo rococó (sXVIII). Sin duda, una auténtica joya escondida.
Pero si de iglesias se trata, en esta tierra no faltan y en esta ruta puedes tropezar desde con las ruinas de la ermita de San Mamés, hasta con la iglesia de Santiago, buen ejemplo de los siglos que estos caminos llevan siendo ruta de peregrinos. Este templo del gótico tardío (sXV), que hoy en día sirve de sala de exposiciones de arte religioso, atesora una talla del apóstol a caballo, en actitud de lucha, que se considera un tesoro para los amantes del arte sacro.
El Castillo de Santa Marta, conocido en el pueblo como La Sala, también es parada obligatoria. Esta fortaleza de origen altomedieval pone de manifiesto la importancia estratégica de este lugar que, a poca distancia, cuenta también con la Fortaleza de Santa Engracia, enclavada en la parte más alta de la montaña y levantada en 1794.
Sendero del Mancubo: naturaleza salvaje y vistas de las llanuras de Miranda de Ebro
El romanticismo de saberse pisando las huellas de carboneros, leñadores y ganaderos, pues esta ruta recorre las sendas tradicionales que recorrían los comerciantes para comprar y vender en los reconocidos mercados que se celebraban en Pancorbo. Si bien la pendiente a Mancubo no es muy pronunciada, el hecho de tratarse de la cumbre más oriental del Parque Natural de los Montes Obarenes-San Zadornil, ayuda a poder disfrutar de unas vistas panorámicas asombrosas al hacerse en la cima. Las llanuras de Miranda de Ebro son hermosamente infinitas desde este punto.
Haciendo un recorrido circular que va desde Encío a Cubilla (9 kilómetros y dificultad baja), el Sendero del Mancubo es la oportunidad de pasar de lo urbano a perderse en una naturaleza salvaje en un abrir y cerrar de ojos. Jabalíes, lobos, corzos y zorros pueden dejarse ver entre los espesos bosques de encinas y quejigos que abrazan este camino. Al final, el viajero puede sorprenderse entre madroños y boj, algo especialmente único que pone de manifiesto la biodiversidad de este lugar.
Y es que los Montes Obarenes no están solos en este espacio (declarado Parque Natural en 2006), sino que comparten territorio con Las Merindades, dando lugar a un entorno realmente sobrecogedor en el que se levantan paredes de roca de más de 500 metros en las que anidan las siempre espectaculares aves rapaces. Verlas sobrevolarlo todo para luego perderse en los tupidos bosques de encinas, hayas y alcornoques hará que pronto quieras volver a perderte por estos senderos.
Para completar la ruta, una visita al Centro de Interpretación de los Montes Obarenes. Nada mejor para adentrarse en el pasado de esta tierra y conocer la importancia histórica que realmente tuvo. Este museo vivo, ubicado en lo que un día fue la prisión de Pancorbo, ofrece numerosos elementos expositivos, aparte de planos en relieve, paneles y vídeos, con los que descubrir a la gente y la historia de esta localidad burgalesa, los valores de su entorno y los principales hallazgos etnográficos.
Agua y Roca: del Ebro a los Obarenes
Para aquellos que arrancan a caminar y quieren ver horizonte lejano, está la ruta 'Agua y Roca: del Ebro a los Obarenes'. 60 kilómetros para hacer a pie o en bicicleta (dificultad media) atravesando la naturaleza más impresionante. El sendero discurre por caminos perfectamente trazados que llevan al viajero por paisajes interrumpidos por corrientes de agua, cuevas, cañones y desfiladeros. Sin olvidar los castillos, castros y ermitas que sorprenden al paso recordando el pasado de esta tierra, habitada por humanos ya en la Prehistoria.
La primera etapa de la ruta va de Pancorbo a Santa Gadea del Cid. Una vez atravesada la Puerta de Castilla, no sin antes detenerse en la Peña del Mazo (mirador natural), el camino se dirige a esta villa amurallada a la que se entra por dos antiguas puertas. Una parada idílica que aún conserva el trazado original de sus calles y sus casas medievales con entramados de madera rellenos de ladrillo de tejar.
La segunda etapa une este mágico lugar con Suzana entre caminos de sauces, avellanos, chopos y fresnos que, a cierto punto, se unen con el Camino Natural del Ebro. Al encanto de Bozoo, un pueblecito a orillas de los Obarenes, se suma Santa María de Tejuela (IX y XII), una de las más importantes necrópolis altomedievales de la provincia de Burgos y la iglesia de San Andrés en Montañana, una preciosa representación del románico rural burgalés.
La tercer y última etapa une Suzana con Pancorbo de nuevo. Suzana sorprende con su abadía románica de Santa María Magdalena (sXVIII) y sus casonas de piedra, si bien El Pantalón y La Royada son parada obligatoria para los amantes del turismo ornitológico. El Monasterio de Santa María de Bugedo o el Torreón de los Guevara, que sorprende al tomar la Ruta Jacobea de la Vía de Bayona hasta Ameyugo, son parte del atractivo patrimonial de regreso a Pancorbo.
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