Las religiosas, acompañadas por el obispo excomulgado cuyos dictados están siguiendo, comparten un vídeo en Instagram que se corta abruptamente y su portavoz dice que "han descubierto la fe verdadera", aunque una de las 16 clarisas ha abandonado el convento
Una monja que huye, un cura que fue camarero y que ahora ejerce de portavoz, un arzobispo que trata de mediar y un obispo hereje que se encierra con las monjas. La rocambolesca historia de las clarisas cismáticas que están echando un pulso a la Iglesia católica tiene un nuevo episodio.
Unas imágenes publicadas este miércoles por El Correo y que ha podido confirmar elDiario.es, muestran que Pablo Rojas, fundador de la Pía Unión San Pablo, excomulgado en 2019 y, a la postre, la persona cuyos dictados siguen las religiosas, está encerrado con ellas en Belorado. En el cenobio también se ha podido ver a menores, miembros de una familia de las religiosas. No todas han podido contactar con sus allegadas.
Las 16 monjas, que consideran herejes a todos los papas después de Pío XII, publicaron este martes un vídeo en Instagram donde explican cómo se encuentran, acompañadas de algunos familiares y de José Ceacero, un antiguo barman –llegó a ser presidente de la Federación de Bármanes de Vizcaya– que ahora asegura ser un sacerdote ordenado por el propio Rojas una vez había sido excomulgado –lo que invalida su sacramento– y está ejerciendo de portavoz de las religiosas.
"Paz y bien hermanos. Estamos aquí, en la hospedería de San Damián, en el convento de Santa Clara de Belorado, nuestra casa. Estamos bien, nuestra realidad no es que estemos secuestradas, lejos de nuestras familias... Iremos compartiendo, poco a poco, con vosotros, nuestra experiencia", explica una de las monjas.
"Nuestro deseo de ser fieles a la verdad de Cristo que hemos recibido, a la fidelidad a la fe, a la doctrina de la Iglesia católica. No nos vamos de la Iglesia, os lo iremos explicando", subraya la hermana, quien pide "paciencia" a los que estén preocupados por este cisma. "La realidad –continúa– es poder demostraros lo que nosotros hemos ido descubriendo, y el deseo del abrazo con Cristo". El vídeo se corta de una manera abrupta en medio de una frase de la religiosa: "por ir desmintiendo". 'Te hago luz' es la inquietante fórmula utilizada para denominarse, tanto en su web como en redes sociales.
La otra protagonista del escándalo, sor Isabel de la Trinidad, la 'eterna' abadesa (lleva varias décadas) de la comunidad de clarisas de Belorado-Orduña, no aparece por ningún lado y sigue sin querer comunicarse con el arzobispo de Burgos, Mario Iceta. Iceta mantuvo este martes un curioso debate en los medios, sin entrar en ningún momento a confrontar juntos, con José Ceacero, que reveló que una de las consagradas, de 81 años, abandonó el convento con la incógnita de si la seguirán otras.
Las religiosas "han tomado la decisión de querer tener los sacramentos de siempre, la misa de siempre y la doctrina de siempre", declaraba Ceacero, que acusó al arzobispo de Burgos de mentir, y confirmó que, en su opinión, "no hay cuestión inmobiliaria", sino que "las monjas han descubierto la fe verdadera".
La intrahistoria económica tras el cisma tiene que ver con la frustrada compraventa del convento de las clarisas en Orduña. Este edificio fue abandonado en 2002 por las pocas religiosas que quedaban en él, que se mudaron a Burgos para unirse a las de Belorado, por lo que el inmueble pasaba a manos de la orden, con sede en Vitoria. Pero las clarisas reposteras no querían renunciar a él, así que pactaron en 2020 la compra del convento de Orduña, por el que la comunidad de Belorado pagaría 1,2 millones de euros.
En el acto de compraventa aportaron 100.000 euros y se fijaron pagos semestrales de 75.000 euros. Se entendía que las religiosas, gestoras de un próspero negocio de fabricación de trufas y chocolate, no tendrían problema en afrontar esas cuotas. El primer vencimiento era el 1 de noviembre de 2022, pero nunca llegó a hacerse. Ni ese ni ningún pago. El impago obligó a convocar a las monjas de Belorado ante un notario para rescindir el contrato, pero las religiosas rebeldes no lo aceptaron y denunciaron judicialmente a sus –hasta hoy– hermanas de congregación. Un culebrón que tiene toda la pinta que no ha emitido su último capítulo.
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