SUGIRIENDO BURGOS

Dos almas unidas en el tiempo por el arte

MUSEO LORENZO CULTURA

Enclavado entre el embalse del Ebro y el Monte Hijedo, Quintanilla de Santa Gadea es ese lugar perdido en el mapa donde las almas en busca de calma más allá del ruido, de vida más allá del estrés y de rincones olvidados más allá de la multitud, encuentran refugio. Tal vez fue esa misma quietud la que unió en el tiempo las almas de Lorenzo Pérez Arenas y Natalia Saiz.

Redacción BurgosNoticias 
09/01/2025 - 09:39h.

El artista solitario

Lorenzo Pérez Arenas vivió en un constante vaivén entre el dolor y la creación. Nacido en Quintanilla de Santa Gadea en 1918, fue un hombre de contrastes: capitán de la Policía Armada en tiempos convulsos, emigrante en busca de fortuna en México, y finalmente, un artista solitario que, de regreso a su tierra, volcó sus vivencias, sentimientos y fantasías en cuadros llenos de color y emoción.

La vuelta a casa fue más dura de lo previsto, pero también alimentó una obra profundamente expresiva, que abrazaba desde paisajes hasta tragedias locales y reflexiones sobre el amor. Aislado en su mundo, Lorenzo escribía poemas, coplas y teatro, pero sobre todo pintaba sin pensar que sus cuadros trascenderían más allá de las paredes de su casa. Para los vecinos, era un personaje curioso; para él, el arte era su refugio.

El descubrimiento casual

Décadas después de su muerte, fue el destino o la casualidad la que llevó a Natalia Saiz a desempolvar los trazos de un artista. Cuando compró la antigua casa de la familia Pérez Arenas en 2019, Natalia jamás imaginó que un garaje atestado de objetos viejos y polvo guardaría un secreto tan valioso. Durante una fría mañana de enero, mientras transformaba el espacio en un taller, decidió limpiar las tablas amontonadas en un rincón. Lo que al principio parecían simples maderas deterioradas comenzaron a revelar formas y colores bajo el agua de una manguera: los cuadros de Lorenzo resucitaban ante sus ojos.

"Era como revelar fotos", recuerda Natalia, que desde aquel momento sintió una conexión especial con el pintor. No era solo el hallazgo de un artista olvidado; era urgar en la vida y el legado de un hombre que había transformado su soledad en arte.

Un museo en el corazón del pueblo

El destino quiso que el sueño de Lorenzo de convertir su casa en un museo se materializara décadas después, gracias a Natalia. En el mismo garaje donde descansaban sus cuadros, ahora reluce una exposición permanente que abre sus puertas todos los domingos. Con delicadeza y respeto, Natalia ha restaurado algunas de las obras, dejando que otras conserven las huellas del tiempo, como testigos de una vida compleja.

El antiguo garaje es ahora un lugar mágico. Las paredes de piedra, impregnadas del paso del tiempo, están cubiertas con cuadros que parecen respirar vida. Juguetes antiguos, espejos y libros conviven con las obras de Lorenzo, creando una atmósfera íntima, como si cada rincón contara una historia. Es un espacio que refleja la sensibilidad de Natalia, donde la esencia del pintor dialoga con el presente.

Cada cuadro cuenta una historia: desde paisajes de veleros multicolores hasta homenajes a tragedias locales, como el accidente en el puente de Arija, o títulos cargados de sentimiento, como "No llores, mi amor". En cada pincelada hay un eco de la vida de Lorenzo, y en cada visitante que se acerca al museo, el reconocimiento de un legado que casi se pierde.

Un puente entre generaciones

Aquel tesoro esperó décadas a Natalia, una mujer con sensibilidad artística que ya venía desarrollando proyectos de conexión cultural en el entorno rural con su iniciativa Tejiendo Redes. Desde el hallazgo, Natalia ha seguido utilizando el arte como motor para conectar a la comunidad. Los niños del colegio de Soncillo han aprendido a limpiar cuadros mientras escuchaban las historias de Lorenzo.

En cada taller, en cada exposición, el arte del pintor solitario revive, no solo como una colección de obras, sino como un símbolo del potencial oculto en los rincones más insospechados de la España vaciada.

El alma del proyecto

La historia de Lorenzo y Natalia trasciende lo tangible. Es un testimonio del poder del arte para unir almas a través del tiempo, para encontrar belleza en la soledad y sentido en el azar. Natalia, con su sensibilidad, ha dado a Lorenzo la voz que no tuvo en vida.

"Es como si él hubiese estado esperando que alguien llegara para cuidar de sus cuadros, para contar su historia", dice emocionada.

Tal vez fue el Monte Hijedo, con sus árboles centenarios, o el rumor del embalse del Ebro lo que alimentó el alma creativa de Lorenzo. Ahora, en su obra, esos ecos resuenan con fuerza, devolviendo a Quintanilla de Santa Gadea la riqueza de su arte y su historia.

Un legado que no deja de resonar

Quintanilla de Santa Gadea, con su veintena de habitantes, ahora alberga un museo que no solo guarda cuadros, sino que atesora un vínculo humano, un legado de pasión y redención que, como las pinceladas de Lorenzo y la sensibilidad y cariño de Natalia, nunca dejará de resonar.

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