Por suerte se ha ensalzado la necesidad de ser impulsada la cultura junto a la exigencia de estimular al máximo el cine, todavía español. Eso porque de momento no puede ser de otro país, pese a que algunos de los ahí premiados desearían que no existiese sólo uno.
Aunque todos estamos de acuerdo en que debe primar el respeto a la diversidad y la neutralidad –en esas galas así se presume de ello– este año como otros, se ha vuelto a vulnerar esta idea en los discursos de casi todos. Se ha hecho con un descaro ante el que no sólo nadie se sorprende sino que allí mismo, es aplaudido sin réplica.
Sin respeto alguno a la diferencia de opiniones y menos a la cultura histórica, social, ni a la politología, se han lanzado juicios de valor y consignas políticas, que podrían estar medio bien si sólo se tratase de afear las inopinables injusticias sociales del gobernante de turno, pero no, han ido mucho más allá.
A pesar de la mucha cultura que allí se destilaba, en algunos discursos de agradecimiento se advirtió de la llegada de políticas "oscuras" como "el neoliberalismo" la "ultraderecha" y el "fascismo" –como si nunca hubiésemos vivido en ellos con el beneplácito de los que ahora critican– metiéndolo todo en el mismo saco. Incluso se tachó de "matón" a un presidente
elegido por mayoría absoluta, que ha renunciado a su sueldo.
Tras ello no se hizo la reflexión que hubiese sido de esperar en alguien culto: Si es cierto que se avecina tal tragedia: "¿Por qué se avecina y qué responsabilidad tendremos los que tantos años hemos sido de izquierdas y confiado en ellas para mejorar algo?" No sólo no se ha mejorado, sino que ha empeorado mucho y no gracias a las derechas del pasado.
Como si en lugar de una gala cultural, estuviesen en un parlamento monocolor encantado de conocerse a sí mismo, hablaban ensalzando la inmigración, dando por supuesta su sostenibilidad, sin decir qué tipo de inmigrantes merecen venir, ni quién los acogerá, ni con el dinero de quién. Allí sólo se podía hablar de lo maravilloso que es el mundo –pero no de sus problemas– de la solidaridad sin especificar quién ha de ejercerla y pagarla.
Ese maravilloso firmamento de estrellas, henchidas de cultura, aficionadas a la política que también es cultura, defensoras por lógica de su mundo repleto de L.G.T.B.I. y ansias ecologistas, han olvidado que esos movimientos fueron cruelmente perseguidos y tenazmente denigrados hasta hace poco, por todas las izquierdas existentes: Algunos de los nuestros Pasolini, gran compañero y Gil de Biedma, ya fueron expulsados o anatematizados por los partidos comunistas a que quisieron pertenecer.
Por suerte el cine italiano de los años ochenta denuncia esta situación, curado ya del sarampión que el cine español sigue sufriendo desde mucho antes de la Transición y aún no se ha curado. Con su Leyenda Negra –fomentada por el Urtasun allí presente como enemigo interno– y su escora ideológica tenemos un cine que sigue manchando a media España, tergiversando su pasado y desacreditando a todos nuestros antepasados que, según el propio cine no pudieron ser otra cosa que salvajes asesinos y machistas.
Algunos que conocen bien el pasado franquista usan el término "neoliberalismo" sin saber su significado preciso. Intentan ocultar que gracias a un PP y un PSOE que se alejó del socialismo real, pasando a ser burgués y liberal vivieron muy bien. En esos regímenes, nuestros cineastas trabajaron siempre con comodidad económica. Nadie querría explicar tampoco cómo fue posible que de una tan férrea censura franquista se pudiesen hacer películas de denuncia social como Surcos, El Verdugo, o El Pisito, etc.
Gracias a ese liberalismo que según Almodóvar demoniza John Turturro en su interpretación, han podido subsistir y realizarse obras maestras que no serán posibles en la famosa dictadura del proletariado y tampoco lo serán en la dictadura orwelliana de lo políticamente correcto que nos espera. Además de ponerle puertas al campo, ya se ha impuesto un lenguaje inclusivo gramaticalmente incorrecto, inabordable al cien por cien, poco creíble, pero sobre todo, tremendamente patético. Eso sí, los presentadores más cultos sonreían contentos de cometer delitos contra la Real Academia.
No caen en la cuenta de que en un sistema diferente que sí es de temer (porque llegaremos a Orwell igual que llegó a ser hervida la rana que cayó en la olla de agua tibia) el cine subvencionado al completo, ni podrá tener vida económica ni, por ello mismo, podría
expresarse libremente si no acata las ideas de quien sufraga, asunto que en España ha venido siendo así, pues no se subvencionan ideas distintas a las de la Generalidad, su TV.-3 ni Ajuria Enea.
No divaguemos con que además, las personas que ahí acuden con pensamiento de izquierda van vestidos como aristócratas o burgueses neoliberales, aspecto bonito que no critico, porque a todos nos gustaría ser élites de cualquier cosa, pero que desde el ideario de la verdadera izquierda, no puede ser tildado de otra forma más que como la eterna contradicción de la gauche caviar, para entendernos: izquierdismo de salón.
Al empezar, en el segundo párrafo, he hablado de "casi" todos los discursos, poniendo ese "casi" por entender que el agradecimiento de María Luisa Gutiérrez, por el premio a Infiltrada fue el discordante al decir algo que hasta estos tiempos había sido discurso de algunas izquierdas, pero ha dejado de serlo: "Recordemos que la democracia se basa en la libertad de expresión (...) en que cada uno piense lo que piense (...) aunque esté en las antípodas (...) que tenga el derecho a decirlo" Nadie entendió esto como si fuese una advertencia de las conculcaciones que se están sufriendo en la actualidad.
Se asumió que éstas no existen ni que las cortinas de humo, que dan por fascista al que expresa lo contrario, formasen parte de esa
vulneración. La diferencia de su discurso, que sin lugar a dudas consiguió el respingo en las bancadas de los gobernantes, empezó con: "La memoria histórica también está para la historia reciente" y terminó con el remate que produjo la estampida: "Los agricultores (...) nadie habla de ellos (...) el campo lo está pasando mal y sin el campo aquí no tenemos nada" Al igual que la
rana, vayámonos acostumbrando a hervir. Como diría Bertolt Brecht: "...ya será tarde".